Hola, mi nombre es Irene, tengo 38 años y soy enfermera.
Recurrí a Almudena por consejo de una amiga que llevaba tiempo recomendándomela.
Junto a mi marido y nuestro hijo de 6 años, formamos una bonita familia de tres. El embarazo, parto y primeros años de crianza de nuestro hijo fueron algo difíciles, pero el tiempo pasó y la situación fue mejorando, de tal modo que sentíamos el deseo de darle un hermanito y ampliar así la familia.
Pero lo que no sabíamos es que iniciaríamos un complicado camino lleno de quebraderos de cabeza, de idas y venidas, de lágrimas, de discusiones, y un largo etcétera.
Cada vez que me quedaba embarazada, perdíamos al bebé. Una y otra vez,…y así hasta 3 veces. Llegaba la ecografía del primer trimestre y siempre lo mismo: escuchar la dolorosa noticia de que su corazón no latía, teniendo que pasar posteriormente por el aborto.
La primera vez no te lo quieres creer. Ya tienes un hijo, puedes ser madre, esto no puede estar pasándote. Al final te autoconvences de que ha sido un accidente, como le ha ocurrido a otras tantas mujeres. La segunda, te vienes abajo. Te das cuenta de que hay un problema. Y ahí iniciamos nuestro periplo por diferentes hospitales públicos y privados, incluso por clínicas de reproducción asistida, en las que nos hicimos infinidad de pruebas diagnósticas para llegar a la conclusión de que no existía una razón médica que nos provocara esto.
Por el camino me encontré además con el tabú del aborto del que nadie quiere casi ni hablar, con la incomprensión, con la falta de empatía por parte de muchas personas cercanas y profesionales y lo peor de todo, con el sentimiento de culpabilidad que me invadía por estar así de triste y hundida cuando yo ya tenía otro hijo, y como me decía todo el mundo, ya sólo por ello tenía que dar gracias y estar bien.
Intentamos un embarazo más con medicación, que me indicaron los médicos porque, al parecer, en algunos casos como el nuestro, funcionaba a pesar de no existir evidencia científica al respecto. Pero nada,…acabamos con el mismo triste final. Y siempre se paraba su corazoncito en la misma semana. Pasaron años.
Después de tres abortos, llegué a tirar la toalla, a sentirme enfadada con el mundo, conmigo misma, con mi pareja. Empecé a asimilar que ya nunca más podría volver a ser madre y que mi hijo no podría tener hermanos. Pero siempre me quedaba ahí esa “espinita” clavada, y no sé ni cómo mi marido y yo nos animamos a intentar otro embarazo más pero esta vez, acudiendo antes a Almudena, por recomendación de nuestra amiga Blanca.
La verdad que no tenía demasiada fe, aunque por otro lado, la medicina convencional no nos daba soluciones razonables. Así que acudí a Almudena con el corazón, la mente y todos los sentidos abiertos; con buena predisposición. Y tengo que decir que nada más verla, Almudena ya desprende una paz y luz especiales.
Yo estaba nerviosa, pero ella me tranquilizó con sus palabras, con la dulzura y armonía de su voz. Fui en dos ocasiones: durante la búsqueda del embarazo y nada más enterarme de que estaba embarazada. (A los tres meses ya lo estaba.)
Almudena supo quitarme el bloqueo que yo tenía con el tema de la maternidad, me sacó mis miedos, mis ansiedades al respecto. Me ayudó a visualizar, a proyectar la realidad que yo quería que sucediese en mi vida. Y así fue. No se pueden describir sus sesiones porque hay que sentirlas.
Luego vino el trabajo por mi parte, pero siempre siguiendo sus consejos. Cuando aparecía mi miedo a la siguiente ecografía, la escribía, y ella siempre estaba ahí para saber guiarme y recordarme que todo estaba bien. Y así siempre fue.
Actualmente estoy ya de 20 semanas de gestación, el embarazo va perfecto y el niño está sanísimo y creciendo!
Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento a Almudena porque me ayudó a salir de la trampa que mi propia mente me había creado, a sacar todo el dolor enquistado, a ver la realidad desde otro prisma y a darme la fuerza que necesitaba para cumplir nuestro sueño de ser padres de nuevo.
¡Gracias Almudena!